VIERNES,
5 DE NOVIEMBRE DE 2004. —La
paz de la carne, la calma del cuerpo ante este mar de otoño, el agua
que podría cruzarse para nacer en otra extrañeza, en un sitio donde
no fuera ni tan competitivo ni tan violento vivir constantemente
zarandeado por los deberes del que siempre tiene que rendir cuentas
de sus actos, y pruebas irrefutables de un esfuerzo.
DOMINGO,
7 DE NOVIEMBRE DE 2004. —Coser
derrotas, componer esa red ardiente, esa trama eléctrica, como quien
clava alfileres a un muñeco de vudú para sentir algo; aunque sea
sólo dolor, frustración o pérdida.
SÁBADO,
13 DE NOVIEMBRE DE 2004. —Una
como sobreconciencia de las superficies, quizá también de la
superficialidad de todo. Alerta, como si hubiese bebido muchos cafés
para ver el final anticipado de algo: el espíritu ganancial de una
sonrisa, que arde en la noche y aletea al abrirse como una mariposa
monarca perdida en la oscuridad.
JUEVES,
18 DE NOVIEMBRE DE 2004. —Sin
otro orgullo que el de ser el último en llegar, el último en
marcharse de la noche.
SÁBADO,
20 DE NOVIEMBRE DE 2004. —La
mañana se ha llenado como de expertos tocadores de campanas, dueños
de una percusión doliente que va llenando las calles. Ellos se
acumulan, se entorpecen, se demoran, buscan, gritan... yo huyo hacia
todas las direcciones, a la espera de un claro de bosque imposible.
MARTES,
23 DE NOVIEMBRE DE 2004.
—La estupidez y la locura de la religión asomando su horror y su hocico
sangriento esta vez en Estados Unidos, donde una madre, Dena
Schlosser, de treinta y cinco años, le ha cortado los brazos a su
hija de once meses como una ofrenda al dios Yahvé. La niña ha
muerto pocas horas más tarde en el hospital.
VIERNES,
26 DE NOVIEMBRE DE 2004. —Las
plazas giran al revés en un país donde se conduce y se muere por la
derecha. Es lo que hay y no somos los únicos.
DOMINGO,
28 DE NOVIEMBRE DE 2004.
—Agosto
fue una gran bestia en la que hoy nadie creería, un dios sentado
sobre un trono ahora barrido por la lluvia y el acoso de la
reminiscencia. ¿Hacia dónde sube ahora la luz, tal vez humillada y
humilde, encorvada como una adolescente maldecida que envejeció de
pronto? Una ramita de brezo vibra quizá en el aire frío, en el
bosque cercano, donde la niebla se parece al pensamiento del hombre
como un antepasado que no puede compartir su muerte porque ningún
amor basta para saciar el estómago de la desaparición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario