ABRIL
DE 2003
Poner
un corazón sobre otro, acordar una armonía interior. Un pecho ajeno
que siente el contacto y el peso de otro. Ambos se juntan, van en pos
el uno del otro, siempre se han estado buscando, como nubes que se
mezclan para cruzar el cielo de la mañana. Nubes solas o cuerpos
confundidos bajo la altura azul de abril. Los árboles ignoran estas
cosas, se colman de frutal paciencia o de una suerte de fácil
fidelidad. Hay que tener la mirada hambrienta, agitar las palabras
hasta que cada boca se estremezca, y de pronto se abra la noche con
una canción.
De
noche se descienden escaleras insondables, caen y se alzan muchas
luces. Se encuentran playas rebeldes llenas de huellas heridas. No
actúa entonces la mentira sino la verdad injuriada de la carne que
se reconoce en otra olvidando qué cosa sea el alma. Sin arcadia
posible, al oeste del Edén, sin utopía, bastan los cuerpos para
hacer propicia la tierra. Muchas veces no hay más paisaje que el
deseo, su vida sin historia.
Muy hermoso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos.
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